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Cuando las madres creen que su hijo es todo un caso, podemos estar hablando de hiperquinesia. Este trastorno típico de la infancia se caracteriza por una falta de atención constante y una excesiva actividad o inquietud. Para saber bien de qué se trata, recurrimos a una especialista, quien aconseja cómo hacer para que el chico pare un segundo y tengamos todos un respiro.


La hiperactividad es considerada normal en los niños de dos o tres años. En esta etapa comienzan la independencia de sus padres a través de berrinches y la falta de aceptación de límites. Mientras dicen “no” a todas las reglas, exploran todo a su alrededor y cambian de actividades constantemente. Sin embargo, no hay que confundir esto con una conducta hiperquinética.


Ahora bien, la falta de atención y la inquietud constantes en el niño son síntomas que los padres, por lo general alertados por los profesores, comentan al pediatra o terapeuta. La alteración importante de la atención, acompañada a menudo de una extrema actividad en el niño, se explica por un trastorno que recibe muchos nombres: hiperquinesia, hiperactividad y déficit de atención.


“Generalmente son niños que actúan sin pensar, tienen dificultades para centrarse en una sola actividad y no suelen terminar lo que empiezan”, explica la licenciada en Psicología Cecilia Lotero. Los problemas de concentración los hace cometer muchos errores en las tareas de clase, no por falta de capacidad sino por no prestar atención. Según la especialista, son chicos que están continuamente activos, por lo que su actividad corporal es agotadora y su energía, desbordante. Ni hablar de los conflictos que estos síntomas acarrean en su relación con compañeros que son distraídos, maestros que deben repetir consignas y familiares que no pueden salir a ningún lado con ellos.


Características principales del niño hiperquinético


- Le cuesta prestar atención.


- Dificultad para organizar tareas y actividades.


- Suele mover en exceso manos y pies y se retuerce en su asiento.


- A menudo abandona su asiento en clase o no es capaz de estar sentado cuando debe.


- Corre o salta en situaciones en las que resulta inadecuado hacerlo.


- Se distrae fácilmente, habla mucho, es impaciente,  inquieto o no puede quedarse sentado.


- Tendencia a cambiar de una actividad a otra sin terminar ninguna, junto con una actividad desorganizada, mal regulada y excesiva.


- Suelen ser descuidados e impulsivos.


- Son propensos a accidentes.


- Son olvidadizos en sus tareas cotidianas (olvidan útiles, los deberes, la hora del partido, etc.).


- Aislamiento ante la dificultad de relacionarse con sus compañeros y amigos.


- Emotividad muy variable: cambia frecuentemente de humor, puede pasar de la risa al llanto con cierta facilidad; es explosivo, de rabietas constantes.


Para la licenciada Lotero, “es importante no colocar etiquetas a estos niños ni estigmatizarlos, ya que esto no les da opción de poder cambiar su conducta ni expresar lo que sienten y piensan”.


¿Qué factores determinan estas conductas de los niños?


Tienen una dificultad para expresar aquello que les molesta en forma adecuada y lo hacen llamando la atención a través de su mala conducta. Muchos niños se sienten aislados y no encuentran la forma de pedir o recibir reconocimiento, es decir, que se los valore. A través de mostrarse inquietos o desafiando las normas, es una manera -inadecuada- de recibirlo. Les cuesta expresar las emociones auténticas y lo hacen de manera inapropiada. Por último, la falta de una comunicación adecuada en la familia, en donde no se estimule la intimidad.


 ¿Qué cosas puede hacer uno para ayudarlos?


Hay que brindarles caricias positivas, pues son estímulos sociales de un ser vivo a otro  que reconocen la existencia de éste. En ese sentido, es importante un intercambio de caricias positivas porque permite el aumento de su autoestima. También, mejorar su ambiente familiar y escolar para mejorar su integración mediante la puesta en conocimiento de límites claros, cortos y directos. Y sostenerlos, ya que de esta manera se propicia un ambiente organizado y sereno, sin gritos. Por otro lado, debemos darles pequeñas responsabilidades. A esto se suma que expresen sus emociones auténticas, sobre todo broncas, miedos y tristezas, qué es lo que molesta o no les gusta. También es importante brindar un ambiente en donde se genere un clima de intimidad y donde aprendan a comunicarse adecuadamente. Ellos deben practicar actividades que les gusten para así valorar sus pequeños esfuerzos y logros. Nosotros debemos respetar su individualidad y darles herramientas para que aprendan a planificar cualquier tarea que realicen, que valoren las distintas posibilidades y sus resultados.


En el colegio, la especialista recomienda colocar al niño en un lugar tranquilo, lejos de compañeros revoltosos y en donde no le lleguen muchos estímulos juntos. “Hay que mirarlo a los ojos cuando se le habla, darle una tarea a la vez, ser claros y directos”, agrega.


Asesoró en esta nota: Lic. Cecilia Lotero M.N. Nº 37.589. Miembro del equipo de profesionales del Instituto de Psicología Argentino (www.institutoinepa.com.ar)

 
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